miércoles, 8 de diciembre de 2010

Es uno de los artes más tradicionales del Japón que se practica desde hace más de 600 años. Se fusionó de la admiración que tenían los japoneses por la naturaleza influenciados por la religión sintoísta y de la introducción del budismo por chinos. Estos últimos tenían la costumbre de ofrecer flores en los altares, de estos arreglos florales de los altares fue derivando al ikebana con el tiempo. En un principio eran centros muy elaborados llamados rika, creando un paisaje con flores erguidas y después los
Tres son los ingredientes “materiales” que hacen falta para hacer un arreglo floral conforme al arte floral japonés o Ikebana: flores, plantas o, si hacemos caso de las escuelas más modernas, cualquier otro elemento que nos sirva de adorno, un recipiente con agua y unas tijeras.
A estos elementos hay que añadir la “espiritualidad” del lugar en el que nos encontremos, de la época del año en la que estemos y, lo más importante, cómo nos sintamos por dentro. Si ya lo tenemos todo, comenzamos a componer nuestro particular ikebana.

“Es arte porque implica una actividad muy creativa; es floral porque se trabaja, principalmente, con materiales florales y plantas y es japonés, porque nació en Japón, país que se hizo con este arte de manos de los monjes budistas procedentes de China, que hacían así sus ofrendas a Buda”, explicó la ponente, señalando que “aunque es un arte ya mucho más moderno, aún conserva, para la enseñanza, los estilos más clásicos”.
Espiritualidad
Se da la circunstancia de que hay muchas escuelas de Ikebana, aunque sólo una, la Ikenobo es la más ancestral y de la que han partido las demás tendencias y variaciones, como la escuela Sogetsu, más vanguardista, que incorpora a los arreglos florales otros materiales, como plantas, plásticos, cristales…
“Desde el momento en el que descubres el Ikebana ya no puedes abandonarlo”, recalcando que esto es así porque “lleva implícita una espiritualidad y un modo de ver las cosas y de situarte tú en un espacio y tus cosas que no de deja indiferente”.

El Ikebana se puede llegar “de tantas formas como personas hay”, desde la fotografía, las obras de arte que nos entrega la naturaleza o la botánica, pasando por el arte de la floristería –“no hay que confundirlo con el Ikebana”.
Incluso, en el desierto, puedes componer ikebana con los materiales que encuentres”,

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